Los Hijos del Sol
Todo se rodea de luz. Y es asà como veo vuestro existir. Miro cada rincón del espacio donde hoy decidà estar y todo se halla bajo un incesante brillo. Nada se detiene en el constante devenir del dÃa. Miro hacia el Sol focalizando en mi mente, que no disimula en detenerse. Inquieta, me golpea, me empuja hacia el rincón donde sabe que guardo silenciosos interrogantes. Donde los recluyo para el momento donde sé que estaré sola con mi leve inspiración.
Vuelo a mirar hacia el Sol, cierro los ojos. Los tonos rojos varÃan de intensidad, bailoteo de puntitos, lÃneas encendidas, explosión de geometrÃa sin dirección, lo sutil donde la relajación se confunde con la comodidad que me ofrece la tumbona donde hoy descansa mi cuerpo, en medio del espacioso jardÃn.
El tiempo se aleja de la sincronicidad del reloj y el espacio no cree en la distancia, asà estoy saltando el horizonte, lÃneas lejanas,  haciéndome creer a mà misma que ustedes, conciencias, hijos del Sol, me escuchan. Y aunque creo pertenecer a la disciplina interna de ir avanzando con cautela, de tomar con delicado transitar aquello que se manifiesta como eterno, me invade una cercanÃa que resulta explosiva.
Sucede con total normalidad. Existimos ofreciendo, aportando nuestra esencia sin más. Nuestra naturaleza es inagotable. La luz surge de nuestra evolución, de nuestro avance hacia el Origen. El camino es nuestra existencia.
Siento salir del concepto de diálogo
Mientras se desdibuja la atención de mi mente. Los Hijos del Sol me estaban hablando ajenos a una añeja plataforma que sólo es distracción. Circuitos inconexos donde la palabra usa sonidos rotos, disfónicos.
Ellos habÃan captado esas zonas de mÃ, donde el anhelo habÃa dejado de imponerse para aceptar con naturalidad que en el Universo todo es. Y que somos manifestaciones aportando la elevación. Expandida sin los lÃmites del pensamiento me abandoné en aquella única dirección que se formó entre ellos y yo.
Ofrecemos luz hacia todo el sistema llamado solar, a lo que llamamos nuestra familia. Sustentamos la vida y por ello nuestra oferta es infinita, inagotable.
Ser es mucho más allá del ejercicio natural de ofrecer lo que somos. La luz que irradiamos a todos los planetas es toda nuestra sabidurÃa nacida y comprendida en nuestro centro, en nuestro núcleo. Y cada ciclo de expansión hacia el sistema solar se inicia como un camino ascendente que tiene su punto álgido para luego descender. Asà nos expresamos hacia la vida que sustentamos. Buscamos la excelencia en nuestro existir. Observamos y ofrecemos bocanadas de partÃculas iniciadoras, ondas libres hacia cada rincón del Sistema Solar y mucho más allá, hacia experiencias infinitas.
Mientras me disipaba en la sutileza de la conexión, me reafirmaba en mi peculiar sentir con sabia insistencia en disfrutar sólo de los primeros rayos de sol de cada mañana y del ligero calor de los rayos del atardecer. Siempre alenté en mà la innegable conexión con el inquietante mundo de la naturaleza, sus leyes, su incomparable sabidurÃa donde el humano solo debe obedecer sin más. Y ahora esa forma innata que tanto me caracterizaba era sustentada por aquellas voces solares.
Sé que nada externo es capaz de subrayar lo que uno como sabia inteligente tiene en su esencia pero sentà la dulzura de sus palabras desdibujando aquella frontera que mi mente engañosa habÃa delimitado. Los pensamientos crean ese espacio entre las formas llamadas imágenes y nosotros traspasamos con dulzura eso que el mismo pensamiento no se atreve a cruzar. Quise quedarme en el amor en una pertenencia infinita, mucho más allá, quise quedarme en una onda nacida de un centro solar.
Elder
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